Hablando de aranceles…

Se han puesto más de moda que nunca y eso que los aranceles no son algo nuevo o que acabemos de descubrir o imponer. Gracias al presidente de los Estados Unidos, el sr. Trump, todo el mundo quiere saber más y más sobre este tipo de impuesto que está a punto de originar una guerra comercial sin precedentes. Los porqués de que el sr. Presidente estadounidense ha decidido hacer esto, son algo que podemos llegar a entender si conocemos algo más sobre los aranceles y sus tipos. Dejando claro que entender no quiere decir compartir ni estar de acuerdo en su aplicación.

Lo que todos sabemos sobre los aranceles es que tienen que ver con las aduanas. Hasta ahí llegamos y que pueden desembocar en guerras comerciales y consecuencias de abastecimiento, también nos ha quedado claro. Pero poco más. A groso modo, diremos que los aranceles son tributos que se aplican a los bienes comerciales que son importados o exportados de un territorio a otro. Llevan siglos siendo aplicados y siguen estando vigentes en muchos países y regiones del planeta.

Por lo que podemos decir que se trata de algo que al común mortal, no afecta directamente a la hora de viajar o adquirir algún bien en el extranjero. Aunque de forma indirecta, puede repercutir en los precios de forma muy notable. Nada como acercarse a Trasportes Internacionales, que prestan servicios de transportes internacionales para que nos expliquen de primera mano y de forma que lo entendamos, de que va esto de los aranceles. De hecho, el comercio internacional es el que cuenta con este tipo de impuestos y no el nacional.

La razón de ser de los aranceles

Los aranceles aduaneros, son esas tarifas que se imponen en las aduanas y determinan los derechos que deben abonarse por la importación de mercancías. Básicamente se trata de unos impuestos que se aplican a los bienes que proceden del extranjero. Por lo que cuando un producto pasa por la frontera, hay que pagar los correspondientes aranceles aduaneros establecidos por el país al que entra. Lo que quiere decir que las mercancías pagan por entrar en cada país. Es bastante sencillo.

No obstante, existen otro tipo de aranceles como los que se pagan a los profesionales que realizan cierto tipo de servicios como pueden ser los notarios o procuradores. Aunque en este particular, lo que nos interesa son los aranceles aduaneros, por la controversia que se ha originado a su alrededor.

Pese a que se traten de un tema de actualidad, los aranceles son una de las medidas tributarias con una historia más larga. Al parecer, ya en el Neolítico, las sociedades mantenían relaciones comerciales y ponían ciertos límites y condiciones. En el siglo I, existieron ciudades comerciales que dejaron constancia por escrito de su régimen arancelario en bloques de piedra caliza.

Uno de los argumentos para establecer el pago de los aranceles, era y es, la protección de la producción local: se trata de un tributo que encarece la mercancía que procede del exterior, lo que favorece a las mercancías que se producen en el mismo país. Además, claro está, que los aranceles suponen una importante fuente de ingresos para los diferentes países, puesto que se trata de un impuesto obligatorio que de no pagarse, no permite el paso de la mercancía. Salvo excepciones.

El establecimiento de los aranceles queda fijado por cada territorio de forma general. Para fijarlos se tiene en cuenta la fortaleza económica y las necesidades de importación de los productos. Cabe señalar que es posible establecer acuerdos bilaterales o entre estados con la finalidad de favorecer el comercio entre ellos.

Dentro de este contexto, podemos citar la libre circulación de bienes y servicios que constituye uno de los pilares en la Unión Europea. En este caso se trata de un acuerdo llevado a cabo entre diferentes países y estados para no aplicar límites arancelarios ni de otro tipo entre ellos.

En la misma línea, podemos mencionar precedentes de mayor envergadura como el de la Ronda Uruguay, ratificado en mil novecientos noventa y tres, un acuerdo de comercio multilateral que involucró a ciento veintitrés países, abarcando las condiciones de importación y exportación de infinidad de productos: desde cepillos de dientes hasta embarcaciones; servicios bancarios y telecomunicaciones, etc.

Del mismo modo, es posible fijar aranceles específicos a ciertos países si se pretende reducir el comercio con ellos, proteger la industria local frente a amenazas o como herramienta de presión geopolítica. Este último caso es lo que está haciendo Estados Unidos en estos momentos, presionar con los aranceles.

Puesto que la importación supone la introducción de productos para su venta en un determinado país, debemos saber que no todas las mercancías se encuentran sujetas al pago de aranceles, aunque estén establecidos. En el caso de que una mercancía este de paso, no es necesario.

Más sobre aranceles: tipos y futuro

El establecimiento de los aranceles depende de diversos factores como ya hemos comentado, por lo que pueden ser fijados de forma unilateral como estrategia comercial o negociarse en tratados bilaterales o multilaterales. Para determinar el nivel arancelario, las autoridades deben considerar aspectos como la competitividad de la industria local, el impacto en los consumidores y la necesidad de mantener o equilibrar la balanza comercial.

Dentro de los aranceles fiscales de importación, podemos encontrar tres tipos:

  • Aranceles de tipo fijo sobre el valor que suponen un porcentaje fijo sobre el valor de la mercancía en la aduana. Este impuesto se aplica sobre los precios de los bienes, teniendo en cuenta la cantidad de mercancía que entra, el seguro y el transporte.
  • Específicos que se aplican sobre cada una de las unidades de bienes comerciales que pasan por la aduana sin contar el valor del producto.
  • Arancel combinado que se aplica sobre el valor y por cada unidad, combinado los dos tipos anteriores.

Párrafos atrás, comentábamos que el origen de los aranceles se remonta milenios atrás, en forma de peajes o derechos de paso. Sin embargo, el primer arancel del que existen pruebas, se remonta a Siria en el silgo I, cuando formaba parte del Imperio Romano. La ciudad, como sabemos, fue un epicentro comercial que ejercía de enlace entre Oriente y el Mediterráneo. Estos aranceles concretaban una serie de tarifas que cobraban a los comerciantes.

Desde aquellos tiempos, los aranceles han estado presentes de forma evolutiva. Tras la Segunda Guerra Mundial, se creó el Acuerdo General Sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Organismo que en mil novecientos noventa y cinco cambio su denominación a Organización Mundial del Comercio (OMC). Uno de sus objetivos es el de crear un marco común entre sus miembros posibilitando un comercio global libre de aranceles.

Hasta ahora, ese era el futuro elegido para los aranceles: su abolición. Sin embargo, llega el señor Trump y anuncia sus aranceles para todos. Aunque como ya sabemos por las noticias, ha establecido una tregua de casi tres meses a todos, excepto a China.

Para que entendamos esto un poquito mejor de cara a lo que puede pasar, diremos que la medida de presión del presidente norteamericano, es una herramienta para proteger su propia industria. De seguir adelante con sus medidas, se vería una escalada de aranceles con USA y China como protagonistas principales.

La lógica existente detrás de este tipo de escaladas bien puede ser algo así como si tú me subes el impuesto x yo te subo el z. Si mi material paga más, el tuyo también… acompañándose de unos impuestos arancelarios cada vez mayores, lo que afecta a cada vez, más productos.

Este tipo de guerra comercial puede producirse si ante la imposición de aranceles a unos productos, se sucede o responde con una subida de aranceles adicionales a otros productos. Si se llega a producir este tipo de guerra comercial, las consecuencias pueden influir en gran medida a la economía mundial, con lo que supone para los bolsillos de los ciudadanos.

Algo que debemos tener muy presente es que, de perseverar en este tipo de medidas arancelarias, con mucha probabilidad se inflarán los precios a nivel consumidor. Si ya estamos notando una subida en los costes generales de todos los productos por otras causas, los aranceles pueden hacer que los costes aumenten más o, que algunos productos no lleguen a nuestro país de la misma manera y con la misma frecuencia.

Como fuere, los aranceles no son una mala medida. Al contrario, no existe nada malo en cobrar por vender algo, puesto que de eso trata el comercio. Pero siempre dentro de una línea que no repercuta a gran escala. Por otro lado el plan futuro de eliminar los aranceles, puede ser igualmente algo muy positivo para la economía mundial, ya que facilita y posibilita el libre comercio.

En resumen, los aranceles son unos impuestos como cualquier otro. Más justos, menos justos, más elevados, menos… su misión es la de que todas las partes saquen beneficios de las transacciones comerciales. Utilizar este tipo de impuestos como arma arrojadiza para provocar una guerra comercial, es otra cuestión. No sabemos si esta polémica seguirá adelante o se zanjará más pronto que tarde, pero ahora si sabemos un poquito más sobre los aranceles.

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